La película También la lluvia, (2010) de la directora Icíar Bollaín, nos habla sobre las luchas en contra de la privatización del agua en Cochabamba, Bolivia, la llamada Guerra por el Agua (2000).
Verla es toparse cara a cara
con la colonialidad del poder, entendida como la categoría que nos lleva
visibilizar la estructura de poder-dominio que estuvo presente en la
colonización española y portuguesa en América, pero que aún está presente pues
siguió reproduciéndose, incluso una vez que ésta finalizó. La idea
de que el sistema mundo moderno se organiza por medio de la colonialidad del
poder, caracterizada a su vez por el capitalismo y el eurocentrismo.
La colonialidad del poder que
se origina y mundializa como patrón de poder, a partir de la conquista de
España a América, es según Aníbal Quijano, “uno de los elementos constitutivos
y específicos del patrón mundial de poder capitalista. Se funda en la
imposición de una clasificación racial/étnica de la población del mundo como piedra
angular de dicho patrón de poder y opera en cada uno de los planos, ámbitos y
dimensiones, materiales y subjetivas, de la existencia social cotidiana y a
escala societal"[1]
En este sentido, a lo largo de toda
la película se muestra que, a pesar
de los procesos de independencia en las colonias
españolas en América Latina, no hubo una fractura de la colonialidad sino que
esta permaneció y siguió reproduciéndose como el patrón que reorganizó y
reorganiza las formas de explotación de acuerdo a los parámetros de la raza;
las formas en que se configuraron las jerarquías sociales, las administraciones
públicas de los estados nacionales y la subjetividad de quienes fueron
colonizados.
Las oligarquías latinoamericanas están
reflejadas de manera clara en la película, que entremezcla de manera brillante
la ficción con la realidad de nuestras sociedades, donde el racismo y
menosprecio para los pueblos indígenas y población negra se presentan como lo
cotidiano. Oligarquías que luego de la independencia de los centros
imperiales de España o Portugal trataron de blanquearse, no solo
“físicamente” sino también “intelectualmente”, buscando el conocimiento
eurocentrista y colonial como forma de acceso al poder.
Esas élites políticas y económicas, hoy no
solo miran a Europa sino que miran a Estados Unidos, que es la potencia no solo
como Estado con intereses geopolíticos en la zona sino como representante de
las transnacionales más poderosas, las que requieren de América Latina para
expandir el capitalismo y también obtener los conocimientos de los pueblos
indígenas y otros saberes que han sido menospreciados históricamente, pero que
hoy se vuelven indispensables para la sobrevivencia del capitalismo.
Nos recolonizan mediante el control sistémico sobre el trabajo y la
expropiación de los recursos naturales.
La película muestra de manera clara como
las políticas económicas neoliberales que se inscriben en los tratados de libre
comercio y en los cuales los recursos naturales y la vida de las personas están
por debajo de los intereses de las empresas transnacionales, privatizan no solo
los servicios que garantizan los derechos sociales, sino también todos aquellos
indispensables para la vida.
Muestra la altanería clasista de las oligarquías latinoamericanas que se asumen como democráticas, pero no son más que élites corruptas que, inscritas en los paradigmas del libre comercio global, mantienen su poder, que claramente van de la mano con la neocolonialidad
Los estados nacionales latinoamericanos
que están al servicio del capital extranjero y en donde el entramado
institucional que incluye al aparato jurídico que desde el discurso del apego a
la ley y los derechos humanos, reproduce la exclusión de miles de seres
humanos desde el poder clasista y racista.
La colonialidad desde donde se
entremezclan los discursos no solo de lo que se conoce como “derecha” sino
también reproducido por las “izquierdas”, incluidas las “feministas" que
se reivindican como tales y actúan en complicidad con el poder estatal y de
ONGs y cooperación internacional, reproducen esas relaciones de poder violentas
clasistas y racistas dentro del sistema mundo.
Las relaciones de poder que sobrepasan los
discursos políticos, sean de derecha o izquierda, son visibles en la escena
donde se cuestiona la autoridad de gobierno sobre el monto de los salarios
mínimos con que viven los indígenas y los excluidos, y ante este
cuestionamiento la autoridad señala, como a los indígenas extras de
la película se le pagan dos dólares el día.
Siguiendo esta línea de argumentación es
indispensable entender como la colonialidad del poder configura la
interrelación de las formas de la explotación, dominación y violencia del
capitalismo, que influye directamente en la colonialidad del saber, en el valor
de las epistemologías y en la construcción del conocimiento y, con ello, en la
reproducción de colonialismo.
Los saberes y conocimientos de los pueblos
indígenas fueron menospreciados y hoy lo siguen siendo; se les resta valor y se
les asume, tanto por las oligarquías criollas y
por quienes vienen desde fuera del contexto latinoamericano,
que miran a los indígenas, desde la “otredad” epistémica
del poder, como los “pobrecitos”, las “pobrecitas” que no tienen conocimiento y
que deben ser “educados” en los conocimientos feministas, de derechos humanos,
artísticos, ciencias naturales, etc.
Así que los discursos que
durante la conquista y colonia se esgrimían para evangelizar a las criaturas
sobre las que se debatía su humanidad por la Iglesia Católica y que es visible
en la discusión de Bartolomé de las Casas, hoy se reproducen desde
los discursos de Derechos Humanos, Género, el arte etc. Evidenciado claramente
en la película.
La colonialidad del poder, como
perspectiva teórica que reconfigura el discurso de las relaciones de América
Latina en la estructura del poder mundial, no se refiere solo a América Latina,
sino que alude al conjunto del poder globalmente hegemónico presente en Asia,
África y demás territorios que fueron colonizados y siguen siendo parte de este
sistema de colonialidad.
No sólo nos despojaron del oro, han sido también nuestros
cuerpos y saberes. Ha sido la lluvia y la misma vida la que nos despojaron y la que pretenden seguir aniquilando.
Ana Marcela Montanaro.
[1]Quijano, Aníbal, “Colonialidad del Poder
y Clasificación Social”, en: Journal of World-SystemsResearch,
Vol.VI, Nº: 2, summer/fall 2000, p. 342.