domingo, 5 de febrero de 2017

Pensando sobre el feminismo autónomo y decolonial en América Latina






En la década de los 90 del siglo pasado, las feministas latinoamericanas empezaron a ligarse al proceso de transnacionalización del movimiento feminista, lo que provocó que las luchas y activismo local, que se caracterizaban por ser beligerantes y de resistencia a las dictaduras, pasara a enfocarse en la participación en las grandes Conferencias de Derechos Humanos, siendo la más relevante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995).
De ser colectivos autónomos y con una agenda política propia, se empezaron a transformar en organizaciones no gubernamentales (ONGs), para suplir “al estado de estructuras organizativas y vínculos con las mujeres de los sectores populares para implementar sus políticas sociales neoliberales” (Mendoza, 2014a: 253). Así pasaron a ser dependientes del financiamiento de organismos internaciones y de agendas políticas transnacionales.
Al mismo tiempo, muchas mujeres que venían del movimiento feminista y otras que se han vinculado, han irrumpido en el escenario político a raíz de la creciente institucionalización estatal visible en ministerios e institutos de Mujer, por las cuotas de participación política y por las políticas públicas con perspectiva de género. Abanderándose de un discurso y una praxis de “género”, pero vaciado de compromiso ético –político con las demandas de aquellas mujeres sobre las que recaen las políticas neoliberales.
En América Latina, la colonialidad de las prácticas discursivas de los feminismos hegemónicos se evidencia no sólo en la reproducción de estrategias para conformar a las otras del feminismo latinoamericano, sean las mujeres de los pueblos indígenas, las afrodescendientes, las obreras, las lesbianas, las campesinas, las trabajadoras del sexo, las mujeres pobres, sino que también en el advenimiento de “una colonialidad intrínseca a los discursos producidos por los feminismos latinoamericanos” (Espinosa, 2009: 45) que se visualiza en la dependencia con los feminismos hegemónicos occidentales, que determinan los lineamientos políticos del feminismo local y, con ello, la absorción de mujeres subalternas quienes han sido silenciadas por las mujeres no solo representantes de las oligarquías internas y de las feministas hegemónicas latinoamericanas.
Coincidiendo con la feminista boliviana Julieta Paredes, se asume que con el auge de las políticas neoliberales, impuestas en América Latina desde inicios de los años ochenta, y siendo la década de los noventa donde estas empiezan a ser más fuertes, los organismos internacionales se valieron de la cooperación al desarrollo, que asumía como premisa necesaria de todo proyecto:
 La llamada equidad de género, dotada de su estrategia, el empoderamiento de las mujeres fue parte del discurso:
[…] de la llamada gobernabilidad (el control de los estallidos populares), impuesta desde organismos internacionales como el BM (Banco Mundial) y el FMI (Fondo Monetario Internacional). La gobernabilidad tiene como objeto aplacar cualquier amago de insubordinación a las políticas económicas, en este caso, a las políticas neoliberales, con la amenaza de: o te incluyes o serás excluido y excluida de los circuitos de circulación de capital, de la información, del desarrollo, del empleo y de la modernidad capitalistas. (Paredes, 2012:92)
En medio de este contexto, un grupo de feministas autónomas, iniciaron el desarrollo de un pensamiento teórico y una praxis política que pretendía que las intersecciones de desigualdades de raza, etnia, clase, sexo, y género, en que vive un gran porcentaje de las mujeres latinoamericanas, sean visibilizadas, y emergen voces que además de reivindicar y problematizar dichas condiciones de raza, también apuntan a desafiar la lógica etnocéntrica, racista, misógina, heterosexuada y colonial que están presentes en los feminismos occidentales y de aquellas feministas que en América Latina reproducen la colonialidad.
Las primeras voces cuestionadoras sobre la forma en que una buena parte de feministas latinoamericanas se insertaban en esos procesos, se visibilizan en el VI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe celebrado en El Salvador en 1993, en el cual se da una ruptura entre las feministas que se reconocen autónomas y las institucionalizadas.
Posteriormente en el VII encuentro, llevado a cabo en Cartagena de Chile en 1996, se unen a las mujeres del feminismo autónomo otras más jóvenes y, de este enfrentamiento intrafeminista, surge en 1996, la Declaración del Feminismo Autónomo, la cual “aglutinó los esfuerzos y la perspectiva contra–hegemónica de toda una corriente de feministas radicales durante la década de los noventa” (Espinosa; Gómez, y Ochoa, 2014: 25).
Desde la crítica, tanto teórica como de praxis política del feminismo hegemónico, la necesidad de crear un feminismo autónomo lejos del feminismo institucional, se levanta como un feminismo que es reapropiado por las mujeres que han sido construidas como las otras, constituyendo una resistencia al feminismo occidental, que desde el centro penetra en las periferias de ese mundo no blanco y que desde las políticas públicas y voces con privilegios de enunciación, reproducen los discursos y la praxis de la colonialidad. Es un feminismo que se teje desde la resistencia, para romper el espacio desde donde se ha construido las relaciones de poder y así hilar, con su propio cordel, su propia historia.
El feminismo autónomo latinoamericano ha ido cuestionando además que la autonomía es un marco político, que trasciende la dicotomía institucionalidad vs. autonomía, sino que es urgente articular y repensar las relaciones que se tejen y atraviesan la raza, el poder, la clase y la sexualidad en escenarios neocoloniales
Las feministas autónomas se vincularon además a los procesos y movimientos sociales que cuestionaban el proyecto de las democracias neoliberales, esto las acercó a “nuevas formas de comprensión de la matriz de opresión que explicaría la subordinación de las mujeres y las comunidades de origen subalterno”(Espinosa, 2012a:116) y asumir nuevas miradas feministas desde los estudios poscoloniales, de la colonialidad del poder, la violencia epistémica, visualizando como el racismo y el capitalismo son inherentes al género. Se conecta el feminismo latinoamericano con ciencias sociales y aportes desde las epistemologías del el sur y el aporte de los estudios poscoloniales.
El feminismo latinoamericano que se separa del institucional y se reivindica desde la autonomía teórica y política, pretende desarrollar una propuesta que permita;
[…] articular la condición de las mujeres y otros sujetos subalternos como tipos de sujetos producidos dentro del régimen de género y (hetero) sexualidad, con la condición de (pos) colonialidad y dependencia en la que son producidos tales sujetos. Se trata de la configuración de un espacio de preocupación, denuncia y producción de saber que indaga y permite encontrar las interconexiones entre el cuerpo político del género y el cuerpo producido por determinadas condiciones geopolíticas, históricas y epistémicas: un cuerpo generado, (hetero) sexualizado, pero también racializado, oprimido y explotado por el capital y las políticas neocoloniales. (Espinosa, 2012b:8)
Se confronta la apuesta legislativa y las políticas públicas a favor de las mujeres, evidenciándolas como:
[…] nuevas prácticas de dominio patriarcal” que, impulsadas al compás de los organismos financieros internacionales y organismos de cooperación de países ricos, se sostienen sobre el modelo hegemónico del capital y los discursos que lo sostienen, homogeneizando las demandas y necesidades de las mujeres. Desde esa homogeneidad es imposible construir prácticas diferentes y alternativas a las impuestas por el patriarcado capitalista y transformarlo. (Gargallo, 2012: 71-72)
Se reconoce que si bien la legislación y las políticas públicas en pro de la emancipación legal y del derecho vivir sin violencia controlan la realidad misógina, esto no es suficiente, porque al día de hoy, la discriminación y la violencia se manifiestan en la esfera de la violación a la legalidad. Por eso es urgente, desde voces heterogéneas y acciones autónomas, que desde el feminismo potencien relaciones, diálogos más que enfocarse en organizar convenciones y conferencias. Como señala Francesca Gargallo:
[…] para abrirse a destejer paradigmas dominantes de qué es la liberación para las mujeres, considerando los lugares desde dónde las concretas mujeres de Nuestra América [….] enfrentan las formas de opresión, dominación y centralización que terminan por, una vez tras otra, criminalizar su denuncia de la injusticia y su protesta.(2012: 72)
El sector del movimiento feminista que se ha apartado del feminismo hegemónico y ha elaborado un recorrido epistémico, acercándolo a la tradición del pensamiento latinoamericanista que desde los años setenta ha intentado apostar por la producción de un conocimiento del otro, situado geopolíticamente.(Castelli y Espinosa (2011:193) y de lo que ha llamado Boaventura de Sousa como epistemologías del Sur, para referirse a nuevos conocimientos, geopolíticamente inspirados en América Latina y el sur global y que se contraponen a las epistemologías dominantes del Norte global.(2008:52) 
Lo que se ha denominado feminismo decolonial, se inscribe en estos nuevos conocimientos y es un movimiento que crece y que cuestiona el feminismo occidental o del norte global y su sesgo racista.
La decolonialidad, se dirige a construir un nuevo modo de producción del conocimiento, una forma distinta de pensamiento y desarrollando el paradigma del “otro” respecto a la modernidad y el orden de dominación global iniciado con la conquista y colonización de América, sosteniendo que éste se mantiene en la actualidad, pero que considera que hay posibilidades de transformaciones políticas y epistémicas. La decolonización es una propuesta central presente en las luchas, movimientos sociales campesinos, indígenas, feministas y en la producción teórica intelectual y académica.
La propuesta decolonial feminista en América Latina se origina teóricamente a raíz del desarrollo de posiciones críticas y contrahegemónicas que van desde el poscolonialismo y la colonialidad y se encauza a elaborar y adscribir un nuevo programa feminista, que se acoja a una perspectiva situada histórica y geopolíticamente desde la colonialidad del poder, asumida como proceso, que inició con la llegada de los europeos a los territorios que hoy son América y trajo consigo la imposición y dominación estructural y epistémica de una cultura sobre otra, proceso que permea las prácticas económicas, sociales y políticas mediante la interiorización de valores, prácticas y normas ajenas a quienes son colonizados.
Decolonizar el pensamiento feminista, es repensarlo lejos del victimismo, la esencialización de la cultura y el racismo que reproduce el feminismo hegemónico, es reivindicar un sujeto más allá de la fragmentación postmoderna.
Nutrirse no solo de teorías académicas críticas de la modernidad, también lleva a alimentarse de las experiencias propias de las mujeres, de sus saberes ancestrales, de los conocimientos indígenas y los comunitarios. Es en ese intercambio de saberes desde donde se construyen críticas y enfoques que van más allá de la búsqueda de la emancipación desde posiciones binarias de las mujeres y las sexualidades. Es un compromiso de crear una alternativa política, porque la historia no es una línea recta y puede transformarse. Es necesario construir nuevas formas de relación política desde la heterogeneidad, así como prácticas nuevas diferentes y alternativas a las impuestas por el patriarcado colonial y capitalista.  

Bibliografía
Castelli, Rosario y Espinosa Miñoso, Yuderkys. (2011). “Colonialidad y dependencia en los estudios de género y sexualidad en América Latina: el caso de Argentina, Brasil, Uruguay y Chile". En Bidaseca, Karina y Vazquez Laba, Vanesa (Comp.), Feminismos y poscolonialidad. Descolonizando el feminismo desde y en América Latina. (191-212). Buenos Aires: Ediciones Godot.

Espinosa Miñoso, Yuderkys. (2012a) “La política sexual radical autónoma, sus debates internos y su crítica a la ideología de la diversidad sexual”. En Montes, Patricia (ed.alt), Pensando los feminismos en Bolivia, (113-126). La Paz: Conexión Fondo de Emancipaciones, Serie Foros 2.

Espinosa Miñoso, Yuderkys. (2012b). “Los desafíos de las prácticas teórico-políticas del feminismo latinoamericano en el contexto actual”. En Daza, Mar;  Hoetmer, Raphael y Vaargas, Virginia (eds.), Crisis y movimientos sociales en nuestra América. Cuerpos, territorios e imaginarios en disputa, Lima: Programa Democracia y Transformación Global –PDTG-. Recuperado de: https://www.academia.edu/1097630/Los_desafios_de_las_practicas_teorico-politicas_del_feminismo_latinoamericano_en_el_contexto_actual

Espinosa Miñoso, Yuderkys. (2014b, marzo-abril). “Una crítica descolonial a la epistemología feminista crítica”.En El Cotidiano, (184), 7-12.

Espinosa Miñoso, Yuderkys; Gómez Correal, Diana y Ochoa Muñoz, Karina (2014a). “Introducción”. En Espinosa Miñoso, Yuderkys; Gómez Correal, Diana y Ochoa Muñoz, Karina (Eds.), Tejiendo de otro modo: Feminismo, epistemología y apuestas descoloniales en Abya Yala (13-40). Popayán: Editorial Universidad del Cauca.

Gargallo, Francesca. (2012). “La urgencia de retomar nuestra radicalidad”. En Montes, Patricia (ed.alt.), Pensando los feminismos en Bolivia, (69-87). La Paz: Conexión Fondo de Emancipaciones, Serie Foros 2.

Mendoza, Breny.  (2014a [2009]). “Los feminismos y la otra transición a la democracia en América Latina”. En Ensayos de crítica feminista en Nuestra América (235-260). México: Editorial Herder.

Paredes Carvajal, Julieta. (2012). “Las trampas del patriarcado”. En Montes, Patricia (ed.alt.), Pensando los feminismos en Bolivia (89-111). La Paz: Conexión Fondo de Emancipaciones, Serie Foros 2.

Sousa Santos, Boaventura de. (2008, enero). “El Foro Social Mundial y la izquierda global”. En: El Viejo Topo, (240), 39-62.

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