jueves, 7 de abril de 2016

También la lluvia y también la vida.


  
La película También la lluvia, (2010) de la directora Icíar Bollaín, nos habla sobre las luchas en contra de la privatización del agua en Cochabamba, Bolivia, la llamada Guerra por el Agua (2000).

Verla es  toparse cara a cara con la colonialidad del poder, entendida como la categoría que nos lleva visibilizar la estructura de poder-dominio que estuvo presente en la colonización española y portuguesa en América, pero que aún está presente pues siguió reproduciéndose, incluso una vez que ésta finalizó.  La idea de que el sistema mundo moderno se organiza por medio de la colonialidad del poder,  caracterizada a su vez por el capitalismo y el eurocentrismo.

La colonialidad  del poder que se origina y mundializa como patrón de poder, a partir de la conquista de España a América, es según Aníbal Quijano, “uno de los elementos constitutivos y específicos del patrón mundial de poder capitalista. Se funda en la imposición de una clasificación racial/étnica de la población del mundo como piedra angular de dicho patrón de poder y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivas, de la existencia social cotidiana y a escala societal"[1]

En este sentido, a lo largo de toda la  película  se  muestra que,  a pesar de los  procesos de  independencia en las colonias españolas en América Latina, no hubo una fractura de la colonialidad sino que esta permaneció y siguió reproduciéndose como el patrón que reorganizó y reorganiza las formas de explotación de acuerdo a los parámetros de la raza; las formas en que se configuraron las jerarquías sociales, las administraciones públicas de los estados nacionales y la subjetividad de quienes fueron colonizados.

Las oligarquías latinoamericanas están reflejadas de manera clara en la película, que entremezcla de manera brillante la ficción con la realidad de nuestras sociedades, donde el racismo y menosprecio para los pueblos indígenas y población negra se presentan como lo cotidiano.  Oligarquías que luego de la independencia de los centros imperiales de  España o Portugal trataron de blanquearse, no solo “físicamente” sino también “intelectualmente”, buscando el conocimiento eurocentrista y colonial como forma de acceso al poder.

Esas élites políticas y económicas, hoy no solo miran a Europa sino que miran a Estados Unidos, que es la potencia no solo como Estado con intereses geopolíticos en la zona sino como representante de las transnacionales más poderosas, las que requieren de América Latina para expandir el capitalismo y también obtener los conocimientos de los pueblos indígenas y otros saberes que han sido menospreciados históricamente, pero que hoy se vuelven indispensables para la sobrevivencia del capitalismo. Nos recolonizan mediante el control sistémico sobre el trabajo y la expropiación de los recursos naturales.

La película muestra de manera clara como las políticas económicas neoliberales que se inscriben en los tratados de libre comercio y en los cuales los recursos naturales y la vida de las personas están por debajo de los intereses de las empresas transnacionales, privatizan no solo los servicios que garantizan los derechos sociales, sino también todos aquellos indispensables para la vida.


 Muestra la  altanería clasista de las oligarquías  latinoamericanas que se asumen como democráticas, pero no son más que élites corruptas que, inscritas en los paradigmas del libre comercio global, mantienen su poder, que claramente van de la mano con la neocolonialidad

Los estados nacionales latinoamericanos que están al servicio del capital extranjero y en donde el entramado institucional que incluye al aparato jurídico que desde el discurso del apego a la ley y los derechos humanos, reproduce  la exclusión de miles de seres humanos desde el poder clasista y racista.

La colonialidad desde donde se entremezclan los discursos no solo de lo que se conoce como “derecha” sino también reproducido por las “izquierdas”, incluidas las “feministas" que se reivindican como tales y actúan en complicidad con el poder estatal y de ONGs y cooperación internacional, reproducen esas relaciones de poder violentas clasistas y racistas dentro del sistema mundo.

Las relaciones de poder que sobrepasan los discursos políticos, sean de derecha o izquierda, son visibles en la escena donde se cuestiona la autoridad de gobierno sobre el monto de los salarios mínimos con que viven los indígenas y los excluidos, y ante este cuestionamiento  la autoridad señala, como a los indígenas extras de la película se le pagan dos dólares el día.

Siguiendo esta línea de argumentación es indispensable entender como la colonialidad del poder configura la interrelación de las formas de la explotación, dominación y violencia del capitalismo, que influye directamente en la colonialidad del saber, en el valor de las epistemologías y en la construcción del conocimiento y, con ello, en la reproducción de colonialismo.

Los saberes y conocimientos de los pueblos indígenas fueron menospreciados y hoy lo siguen siendo; se les resta valor y se les asume, tanto por las oligarquías  criollas  y por   quienes vienen desde fuera del contexto latinoamericano, que  miran a los indígenas,  desde la “otredad” epistémica del poder, como los “pobrecitos”, las “pobrecitas” que no tienen conocimiento y que deben ser “educados” en los conocimientos feministas, de derechos humanos, artísticos, ciencias naturales, etc.

Así que  los discursos que durante la conquista y colonia se esgrimían para evangelizar a las criaturas sobre las que se debatía su humanidad por la Iglesia Católica y que es visible en  la discusión de Bartolomé de las Casas, hoy se reproducen desde los discursos de Derechos Humanos, Género, el arte etc. Evidenciado claramente en la película.

La colonialidad del poder, como perspectiva teórica que reconfigura el discurso de las relaciones de América Latina en la estructura del poder mundial, no se refiere solo a América Latina, sino que alude al conjunto del poder globalmente hegemónico presente en Asia, África y demás territorios que fueron colonizados y siguen siendo parte de este sistema de colonialidad.

No sólo nos despojaron del oro, han sido también nuestros cuerpos y saberes. Ha sido la lluvia y la misma vida la que nos despojaron y la que pretenden seguir aniquilando.

Ana Marcela Montanaro.



[1]Quijano, Aníbal, “Colonialidad del Poder y Clasificación Social”, en: Journal of World-SystemsResearch, Vol.VI, Nº: 2, summer/fall 2000, p. 342.