viernes, 19 de febrero de 2021

Tejedor de estrellas y de un día futuro

 


Un mensaje de texto en mi móvil y la tarde luminosa en Madrid se oscureció de pronto. José, mi amigo, mi hermano, mi compañero de mil caminos, marcados por una multiplicidad de sentimientos, emociones y sensaciones; falleció.

Paralizada en una silla más de la mitad de la vida se extendió en recuerdos de los tiempos inmemoriales en Costa Rica. Me sumí en un enorme y profundo silencio. Quiero escribir, no puedo. Hasta hoy y luego de llorar hasta el sueño, trato de poner palabras al dolor y encauzar las memorias pasadas que siempre han sido presentes. No me hago preguntas. No me alcanzan las palabras. En medio de un dolor inmenso que hoy compartimos muchas personas que tuvimos el regalo maravilloso de coincidir con José. José, nuestro Jose,

Para mucha gente él era “Beby”, yo nunca le dije así, para mí siempre fue José, otras veces le decía Josecito, y cuando las cosas se ponían serias, le llamaba José-Francisco.

Noble y amoroso. Sonrisa y paciencia. Talentoso y creativo. Amoroso con la vida, las semillas, el agua, los bosques y el cielo. Un ser humano intergaláctico.

Las letras de sus canciones, sus poesías garabateadas en pedacitos de papel. Sus hermosos dibujos de trazo firme y sombras de muchos grises. Creativo y amoroso.

Sus manos versátiles, que daban vida a las pequeñas piedras. Eran convertirlas en pendientes, dijes, anillos y en cualquier cosa hermosa inimaginable. Los trozos de bambú al ser tocados por sus manos, renacían en candelabros, incensarios, lámparas y en un sin fin de objetos maravillosos.

Los pedacitos de cristal que se transformaba en luces al convertirse en vitrales. (Mi vitral de gato, está en Costa Rica pero aquí en mis dedos llevo puestos dos anillos que me regaló),

El amor por su madre, Doña Plácida. Ella, mujer extraordinaria que le heredó la luz, el amor y el respeto por la creación divina.

Las semillas de maíz, de frijol, gandul, de cilantro germinaban entre en sus dedos. Sus manos acariciaban la tierra, sus dedos en surco y las semillas se transformaban en vida verde y fecunda. Entre sus manos los conocimientos y el amor de la filosofía de la cosecha. El culantro de coyote, medicina y alimento.

José. Sus manos en la guitarra. La acariciaba. Su voz rompía el silencio. Su música, la nostalgia, la alegría, la denuncia contra la injustica. Su música en las serenatas, en las noches matizadas con luces de velas, risas, lágrimas y amores. En el salón de mi casa, en el centro del universo, deshicimos el mundo y muchas personas nos hicimos amigas junto a su voz-

Su voz clara. Su alma enamorada. Sus ojos de artista. Todas éramos el reflejo del amor y la vida. Todas éramos guapas. Éramos el reflejo de la belleza femenina ante sus ojos. Nos miraba de la misma forma que miraba a las flores y en especial a las orquídeas.

Yaha, “Aspirinita”. Adri: “Chuchu mi amor”. Erika, Alejandra Z, Xo, Y luego reía para seguir cantando “La chica de plastilina”

Tiempos de serenatas y de noches de bohemia, sueños y luchas. No puedo imaginar cuantas serenatas dio José. Lo que sí tengo claro es que yo también fui afortunada. Muchas madrugadas los acordes de su guitarra se escucharon en mi ventana y alegraron mis madrugadas. “Flaca no me claves tus puñales por la espalda… Bruja, si aterrizas un día en mi balcón, Tu nombre me sabe a hierba, Las cuatro y diez”. Te despediste, ayer con el Blues de la Soledad.

A José Francisco y a mí, nos hermanó el tiempo, nos juntó la distancia y nos unió para siempre la libertad y el amor. Amigos, compañeros y hermanos. Pan, ajos y vino. Ojos. Silencio. Complicidad.-

José, tus manos, siempre tus manos. Y junto a tus manos, durante el tiempo infinito, las mías. Juntas, también se extendieron en libertad para hacernos luz.

Compartí con José un amor profundo en todas sus dimensiones. Nos dimos el permiso y el regocijo de abrazamos durante el tiempo sin tiempo que nos regaló la vida.

“Mujer de cabellos largos de risa transparente, tienes la nariz partida y tus ojos no saben mentir¨, me decía riendo.

Su voz arrulló a Arturo. Lo meció através de los años.

A mí que no me gusta bailar, bailé con él hasta música tropical. Yo que no se cantar, canté con él. Sentada en el borde de la ventana de algún coche con la velocidad del aire en mi rostro, muchas veces fui feliz. Él me sostenía los pies para evitar que yo saliera volando. Muchas veces fui yo quien le sostenía a José los pies. No nos dejábamos caer,

Lloré en tus brazos. Me reí en tus manos. Me abracé a tu cuello huyendo del miedo y el aburrimiento de las rutinas. También nos enfadamos. Te reñí en rus ojos , pero nuestro cariño era tan enorme y los amigos que forman parte de los retazos de la vida se saben perdonar sin dramas ni reclamos.

Siempre estuvo para mí. Siempre estuve para él.

José Francisco, fue una cuerda de estrellas que se enhebró para tejer y unir con amor y en diversidad la vida de muchas personas. Si no hubiese sido por él muchas vidas estaríamos dispersas. Muchas personas somos pedacitos de la amistad que él tejió e hizo colectiva. Nos marcó para siempre. Sus hilos de colores galácticos nos seguirán uniendo.

Hoy de alguna manera, todos esos corazones nos abrazamos y compartimos al unísono un dolor inmenso. Tan inmenso como el amor que le guardamos a José. Tan grande como el amor de estrellas que nos regaló y seguirá irradiando en la eternidad. José, seguirá siendo el ser humano talentoso y generoso, que con su luz tocó la vida de tantas personas

José, dejas tus semillas cósmicas en nuestras vidas. Buen viaje entre las galaxias, hoy llegas al Amor y a la Filosofía de la Cosecha ancestral de Luz Infinita. El ¨Día Futuro” llegará y nos volveremos a abrazar, volveremos a cantar. Las mariposas nacerán.

Tus luces, tus sombras, la perfección en la ambigüedad humana, José. Que dicha fue conocerte. Que alegría fue bailar contigo. Que placer fue escucharte cantar. Que alegría fue reírnos. Que bendición fue caminar juntos. Que dicha el regalo del amor. Qué bonito fue sentir tus manos y tus besos. Qué bonito fue querernos. Gracias por la luz que nos dejas. Gracias por tu vida, José Francisco.

Kaslem. Con amor, siempre,

Ana-Marcela Montanaro

Madrid, 18 de febrero de invierno y tristeza.


José Francisco Chávez Jiménez.

2 de octubre de 1974

17 de febrero de 2021