sábado, 24 de diciembre de 2016

Feliz solsticio de invierno, feliz Navidad



Deseo que estas fiestas, estén llenas de luz y alegrías, de encuentros agradables, de risas, besos y abrazos. 

Que los sentimientos de solidaridad, amor y paz, se vuelvan parte de nuestra cotidianidad. 
Que el pan, lo compartamos como compartimos el aire. 

Que aprendamos a caminar juntos y juntas, abriendo el corazón, para que el amor prevalezca sobre el egoísmo, las desigualdades, la destrucción de la naturaleza, las injusticias, la frivolidad y sobre todo tipo de violencias. 
Ojalá nos unamos para construir un mundo amoroso, sencillo, feliz y del buenvivir.

Feliz solsticio de invierno, feliz Navidad, felices fiestas, da igual lo que creamos o dejemos de creer, que el amor prevalezca y que la vida nos regale energías para seguir andando, soñando y luchando por hacer un mundo más lindo y feliz en el que todas las personas quepamos con dignidad y alegría. 

Agradezco por tanta gente bonita que está presente en mi vida y que acompaña mis pasos, algunas cerca otras lejos, pero todas presentes. ¡Sois mi mejor regalo! ¡Son mi mejor regalo!

Un abrazo con todo mi corazón, para quienes están allá, al otro lado del mar y para quienes estáis de este lado; gracias por estar.


Ana Marcela Montanaro Mena, Viena, 24/XII/2016

martes, 11 de octubre de 2016

El hombre de las mil palabras





Leyman Muñoz Aguirre: Cinco años de ausencia. 

Recuerdo el día que nos conocimos, era nuestro primer año de universidad. Vengo de Esparza y vos, ¿quién sos? me preguntó. Charlamos sobre literatura  y por supuesto de política.  A partir de esa conversación nos hicimos amigos ,nos unimos por 22 años y por toda la eternidad.

No sé cuántas veces lloramos juntos. Aunque era yo  quien más lloraba. Siempre tuve su hombro, su abrazo, su optimismo y por supuesto su risa. Nos unía también el dolor. Ese dolor profundo y complicado de explicar, ese que la gente no entiende ni se preocupa por entender, lo vivimos desde la complicidad y el amor de la amistad. Lo compartimos, al igual que compartimos el pan.

Pero a pesar de ello muchas más fueron las risas y alegrías que nos regalamos. Vivimos momentos felices, como el nacimiento de Jorge Arturo, mi hijo, y pocos meses después el nacimiento de Néstor Felipe, el hijo suyo y de Yanory, su compañera en aquél momento. Fuimos padres y madres jóvenes teníamos apenas veinte años.

En los pasillos de la Universidad de Costa Rica - Sede de Occidente, nos hermanamos y abrazamos luchas e ideales.  Para la Huelga Nacional de 1995 en contra el Pacto del bipartidismo conocido como Figueres- Calderón. Él, Yanory y yo, nos inventamos el Frente Estudiantil, una organización constituida por tres personas. Pero con ese nombre tan pomposamente  revolucionario,  logramos hacer creer que éramos una multitud de estudiantes chancletudos o perro flautas como dirían en España, dispuestos a tomar la Facultad de Derecho.  

Nuestra “organización” logró movilizar a otros sectores del movimiento estudiantil y entre todos hicimos que la junta directiva de la Asociación de Estudiantes de Derecho plegada a los intereses del gobierno, echase para atrás y cambiara su posición respecto al movimiento huelguístico.  

En marzo de 2000, llegué con los ojos llenos de lágrimas a su casa; "Leyman nos están robando el ICE", nos miramos y con pausa me dijo vamos a hacer algo. Sacó unos pliegos de papel, hicimos carteles y nos fuimos a empapelar San Ramón, el pueblo donde vivíamos. Ese domingo por la noche  en complicidad, inició para nosotros la lucha que se hizo multitudinaria por la defensa del Instituto Costarricense de Electricidad conocida como Combo del ICE. 

El Combo fue una de las gestas del movimiento social que en Costa Rica tomó las autopistas, las calles, los puentes y hasta el Congreso. Exigíamos la no privatización de la energía eléctrica, la telefonía y pidiendo literalmente a gritos un cambio en la dirección política del país. En San Ramón conformamos el Comité Cívico de Occidente que aglutinó a una gran cantidad de personas y desde esa instancia horizontal y asamblearia, dimos una lucha clara y amorosa,

Leyman y yo una vez nos peleamos, pasaron unos meses y la vida nos reencontró. Nos abrazamos y volvimos a reír juntos. Hermanos por decisión mutua, amigos, colegas, cómplices; eso y más fuimos  y aún siento que somos.

Hombre brillante, de verbo impecable, un jurista sin alardes, poeta de más de mil palabras y silencios, apasionado en todo lo que hacía. Era de las personas con quien más me he reído, poseía un exquisito, inteligente  y refinado sentido del humor con las dosis adecuadas de sarcasmo. Vaya montón de tonterías profundas podía decir en medio de un debate  o tomando una cerveza mientras arreglábamos el mundo. 

Leyman hace cinco años partió al encuentro de la luz, la que siempre buscó con ahínco y esperanza. Su dolor era ya muy profundo. Desde ese 11 de octubre de 2011 no hay día en que no lo recuerde.

A veces lo abrazo en ausencia, le cuento lo que me pasa, le pregunto mis dudas jurídicas y existenciales. Lo miro en las fotos y en el atrapasueños que me dejó de regalo. Escucho sus carcajadas rompiendo mis silencios y sus dicharachos que a cualquiera descontrolaban. 

Leyman no te fuiste antes de tiempo, te fuiste en el momento que era el justo y preciso. De mi parte agradezco el saber que a pesar de la ausencia física seguirás siendo mi hermano.

viernes, 7 de octubre de 2016

A nueve años del referéndum del Tratado del Libre Comercio





El 7 de octubre de 2007, Costa Rica estuvo a punto de escribir una historia desde la esperanza, la resistencia y la dignidad. 

Ese día se celebró el referéndum que dividió a un país entre el NO y el SÍ respecto al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC-USA).

Pero el miedo, la corrupción institucional, un fraude mediático (y a la larga también electoral), el poder de las cámaras empresariales en concubinato con la clase política nacional, ambas bien arrodilladas a los intereses de Estados Unidos, le ganaron la partida a la soberanía del país más democrático y feliz del mundo mundial.


En ese escenario, tampoco hay que dejar de lado a buena parte de la población costarricense timorata y partidaria del "qué me importa a mí", que creyó en el discurso del Mercedes Benz que iba a tener en la puerta de la casa una vez se suscribiera el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.
En medio de todo, Costa Rica dijo "sí" al TLC con EE.UU.

Hoy el movimiento social está fragmentado y cooptado por los partidos políticos que se pelean, con discursos desgastados, el mantenerse o llegar al poder sin que haya una verdadera capacidad de transformar la realidad y sin la entereza para cambiar el modelo de desarrollo.

Muchos y muchas que decían ser "dirigentes sociales", actualmente ponen cómodamente sus posaderas en sillas, curules, asientos, sillones, butacas, poltronas o taburetes y ganan salarios que los han silenciado. Todo ha sido a cambio de podercillos burocráticos estatales, sindicales o de ONGs. Ya nadie dice nada; impera la ley del mutis.

Remover la memoria es parte de nuestra lucha y resistencia. Nueve años después, mi corazón y mi razón aún gritan NO AL TLC.

sábado, 4 de junio de 2016

Las mujeres silenciadas en Campo Algodonero






https://www.academia.edu/25843100/Las_mujeres_silenciadas_en_Campo_Algodonero

¿Cuáles mujeres hablaron? La “paradigmática” Sentencia de Campo Algodonero.  
El 6 y 7 de noviembre de 2001 fueron encontrados ocho cuerpos de mujeres en un campo algodonero ubicado en las afueras de Ciudad Juárez, a la fecha se tiene certeza de que seis de los cuerpos encontrados en el campo algodonero correspondían a: Esmeralda Herrera Monreal, Laura Berenice Ramos Monárrez, María de los Ángeles Acosta Ramírez, Mayra Juliana Reyes Solís, Merlín Elizabeth Rodríguez Sáenz, María Rocina Galicia y a Claudia  Ivette González, aún hoy una mujer permanece todavía como no identificada.[1]
El caso llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humano  en 2002 y en noviembre de 2007 esta presenta la demanda del Caso ante  la Corte Interamericana de Derechos Humanos, quien mediante la sentencia del 11 de noviembre de  2009  condena al Estado de  México por vulnerar la Convención Americana de Derechos Humanos[2] y la Convención Belem do Pará.[3]

El  caso de  “Campo Algodonero”, es tenida como un “precedente paradigmático[4]” en razón de que por primera vez, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH o Corte) analiza la violencia contra las mujeres desde una perspectiva de violencia  estructural  que señala la  Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer “Convenciónde Belém do Pará” (en adelante CBDP).

Este fue el primer caso presentado ante la CIDH, en que desde el escrito inicial de  la demanda, se plantearon violaciones a la CBDP, además es la primera oportunidad en la que la Corte se pronuncia sobre el deber de no discriminación, la obligación de actuar con diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer, así como la inclusión de normas de cualquier índole para los mismos fines, con base en dicho instrumento de Derechos Humanos; determinando además, de forma expresa, la propia competencia de la Corte para conocer de peticiones sobre violaciones a la CBDP.

El fallo de la CIDH reconoce, de  manera muy tímida, que los  hechos se evidencia en la resolución que existe la discriminación por género y que esta  categoría interactúa  con otros motivos de discriminación, y apenas si sitúa el contexto social y económico al que pertenecían el las víctimas. Aunque reconoce que las mujeres víctimas, pertenecen a un grupo que se asocia con estereotipos y valores que en el contexto de Ciudad Juárez son menospreciados y desvalorizados, en el contexto de una cultura de violencia.

Determina además,  que los homicidios de las tres víctimas definidas en el caso, Laura Berenice Ramos, Claudia Ivette González y Esmeralda Herrera Monreal[5],  fueron cometidos “por razones de género”,[6] estos, constituyen casos de feminicidios”,   reconociendo  el concepto,  pero seguidamente señala  que usará el término “homicidios de mujeres en razón de género,[7] lo cual le resta fuerza al concepto.

La jueza Cecilia Medina Quiroga, que, en 2009, le correspondió ser  la presidenta del tribunal de la Corte que resolvió el Caso de Campo Algodonero, y quien es también profesora de la cátedra de Derecho Internacional de los Derechos Humanos de la Universidad de Chile,  afirmó respecto a la negativa de la CIDH a usar el  concepto de feminicidio, dijo que “difícilmente la Corte podrá tomar esa palabra (feminicidio) porque en la academia y en el activismo tiene muchas definiciones y entonces no estaría bien que adhiriera a alguna de ellas”. [8]

El no reconocimiento expreso por parte de la Corte del concepto de feminicidio, es la expresión de “las consecuencias de la imprecisión nominativa en la indeterminación normativa del concepto. Una vez más, se revela aquí la relación entre las dimensiones nominativa y jurídica, así como su impacto en la eficacia de la ley.[9]

Otro punto relevante en la sentencia de Campo Algodonero, es el hecho de que la Corte, no se adhirió a la tesis de violencia sistémica que desarrolló en su peritaje Julia Estela Monárrez Fragoso y que fue presentado al proceso, el fallo  parece optar por una imputación atenuada de responsabilidad estatal basada en la doctrina del riesgo, pero con el componente particular de la existencia en el caso de un deber de debida diligencia reforzado en función del artículo 7 de la Convención Belem do Pará”[10]

Lo anterior es una razón que conllevó a que el fallo no analizara de manera amplia y critica, el contexto de Ciudad Juárez, por lo que obvió entrelazar el crecimiento de las fábricas maquiladoras en el territorio fronterizo,  en el que desde la entrada en vigencia del  Tratado de Libre Comercio México – Estados Unidos y Canadá prevalece de manera más clara lo económico sobre la dignidad humana. Siendo una de estas razones, del por qué este territorio esté bajo una situación de anomia.
Es en este contexto  en donde la “figura obrera femenina, que en su aventura maquiladora perdió su identidad original y no logra adquirir una nueva, se le dificulta constituir un nosotros que posibilite una respuesta colectiva; unos procesos de internacionalización del capital impuestos en una sociedad de modernidad subordinada proclives, […], a cualquier forma de violencia”[11] y su relación concreta con los feminicidios y la violencia feminicida.

Es por eso que no es atrevido señalar, que en Ciudad Juárez, las relaciones de dominación y violencia en contra de las mujeres necesariamente deben analizarse desde la condición material de las víctimas; mujeres migrantes, pobres, morenas, en el contexto de la violencia sistémica en donde la  intersección entre color de piel, clase social y opresión de género, permitan reconocer no solo las  múltiples discriminaciones y al mismo tiempo visibilizar los  valores asignados a esas identidades, en un contexto plagado de discriminaciones y violencias múltiples.

Detrás de los feminicidios está presente,  está el valor simbólico disminuido  del “ser mujer” y del “ser mujer de color o mujer racializada” que se entremezclan en la realidad económica y social de estas mujeres, que tenidas son vistas como fuerza de trabajo o feminizando el término como “mano de obra dócil”. La precariedad en este caso está ligada al género en su articulación con la raza, fundamentalmente. En Ciudad Juárez, al igual que en el resto de sociedades latinoamericanas, hemos atravesado un proceso de colonización, no solo el género jerarquiza a los seres humanos, sino que también son esos contextos de violencia colonial desde concebimos la vida en términos políticos.

La discriminación y la violencia contra las mujeres se presentan no solo como un problema individual,  sino como un problema  de respuesta social, existe frente a ciertas personas pertenecientes a un colectivo de personas ubicadas en situaciones complejas de desventaja social.  Es por ello que la violencia contra las mujeres y el feminicidio,  debió analizarse a partir de la interseccionalidad, tomando en cuenta y  visibilizando las diferentes discriminaciones que operan e interactúan unas con las otras al mismo tiempo y que son inseparables, a partir de los estereotipos y valores con que son asociadas las mujeres asesinadas desde la valoración negativa que ellas tienen  en el contexto de Ciudad Juárez. [12] .

Rita Segato, antropóloga argentina, sostiene que a partir de la subalternidad en que se encuentran ciertas mujeres, es que el lugar desde donde analizarse la jerarquía de género y la subordinación femenina, para con ello comprender mejor el fenómeno del poder y la sujeción en general.[13]Al  incorporar  la noción de identidad subalterna de las mujeres se incorporan todas las relaciones de opresión, dominación y explotación que viven las mujeres subalternizadas es el inicio para darles voz a las mujeres empobrecidas, mujeres afrodescendientes, trans, inmigrantes, campesinas e indígenas[14].

En sus estudios sobre subalternidad, Spivak en su texto  "¿Puede hablar el subalterno?" (1998), de manera enfática responde que "no, no pueden hablar", pero no porque están mudos/as, no pueden hablar en el sentido de que no son escuchados/as, porque su discurso no está validado por las instituciones educativas (en todos los niveles), médicas; jurídicas y científicas,  que  han de silenciado sus voces, disciplinado sus cuerpos, y al mismo tiempo han menospreciado sus saberes.[15]

La única opción política posible  para la subalternidad es dejar de ser subalterno; la argentina considera que “… subalterno no necesariamente es un sujeto colonizado, excepto cuando es silenciado. El silencio del subalterno  es otra de las formas que adoptaron el colonialismo contemporáneo y la colonialidad.”[16] El concepto de  subalternidad,  teórica, discursiva  y políticamente hablando, brinda la posibilidad de visibilizar lo invisibilizado y al mismo tiempo,  mostrar la diversidad de situaciones y experiencias que viven las mujeres, sus múltiples opresiones, así como las posibilidades que tienen, o no tienen, y el despliegue  de sus capacidades “agenciales” frente a contextos estructurales hostiles.[17]

Así al interseccionar,  las variables de raza, género, sexo, clase discapacidad etc., se pone de manifiesto que la violencia de las mujeres subalternizadas, se  vincula a la explotación y subordinación en razón de variables que iban más allá de la diferencia sexual, biológica o sociologizada.[18] Incorporar la  interseccionalidad, permite visibilizar  las diferentes  formas de opresión, discriminación y la situación de vulnerabilidad  de las mujeres[19],  de manera contextualizada social, cultural y económicamente, lo cual permite que sean estudios más profundos para determinar la violencia y la situación de vulnerabilidad en que se encuentran muchas mujeres.

Si bien el fallo de  la Corte hace  un tibio enfoque, por medio del cual trata identifica el género de las víctimas y su nivel socioeconómico como factores de discriminación que actuaron de forma conjunta, no elabora un análisis de las particularidades de las mujeres en el contexto económico del territorio en donde ocurrieron los hechos, por ejemplo la Sentencia no incluye la categoría migrante, pobre, morena interna en la sentencia; tampoco especifica claramente la situación económica, social y cultural de las víctimas de manera puntual, porque no sólo es el hecho de ser mujer sino de ser mujer pobre, morena, trabajadora precaria etc. Por lo tanto no basta hablar de  feminicidio, (o relativizarlo como lo hizo la Corte),  porque en la realidad no todas las mujeres somos igual de susceptibles a ser asesinadas.[20]

Las  causas de la violencia feminicida, van más allá de lo puramente cultural e individual, de ahí que a la hora de determinar responsabilidades no se puede mirar solo hacia una orilla, porque si bien,  los factores sociales y culturales tienen relevancia, lo importantes es mirar lo que ocurre en  contexto económico capitalista neoliberal y en un estado  incompetente y corrupto que no destina los recursos para dar respuestas punitivas este tipo de crímenes.

El feminicidio,  práctica cotidiana en América Latina, es el resultado de códigos construidos desde el género, unido a esto las prácticas culturales se derivan de situaciones materiales específicas: pobreza, marginación, explotación, falta de educación, etc., que ayudan a incrementar la vulnerabilidad de ciertas mujeres. Es consecuencia además del sexismo, el racismo, y otra serie de exclusiones que se dan
en América Latina, como efecto de la colonialidad.

Esas “exclusiones están directamente relacionadas con los marcos epistemológicos en los que es encuadrada la vida. En nuestros países latinoamericanos, las vidas de las mujeres morenas, pobres, migrantes, trabajadoras, no cuentan como vidas y, por tanto, sus muertes no merecen ser lloradas. No importan, puesto que tampoco <<existen>>”.[21]

El fallo de Campo Algodonero, no es más que un paso tímido para abordar la violencia contra las mujeres, porque ni siquiera asume de manera explícita el concepto de feminicidio, pero la crítica es mucho más fuerte, porque la Sentencia no asume la reflexión urgente, respecto a las condiciones materiales de lo que es vivir y ser mujer empobrecida,  migrante, morena y específicamente en Ciudad Juárez, en el contexto económico de explotación lo cual unido a la discriminación estructural  que las   mujeres viven desde sus diferentes espacios hace que sus cuerpos estén al margen y en condiciones y en situaciones de vulnerabilidad extrema.


Desde la teoría feminista debe continuarse por el camino que  Lugones, Segato y Bidaseca, entre muchas otras, han asumido y  que rechazan una concepción  monolítica de género, y construyen una concepción diversa que permite  explorar otras alternativas para darle voz a aquellas mujeres silenciadas por su situación de subalternidad.

“Es en esa interseccion entre colonialismo, imperialismo y capitalismo global donde se juega la vida de las mujeres del tercer mundo Y el feminismo poscolonial está pensando justamente esas intersecciones, esos espacios in-between donde se articulan las diferencias comunes y se elaboran estrategias de identidad colectivas, como afirma Homi Bhabha. Pero tambien el nepantla, en lengua nahuatl, que para la feminista chicana Gloria Anzaldua se sitúa en el lugar fronterizo donde es posible cerrar la herida colonial para que nazca una nueva mestiza; esa cicatriz en el alma, como nos dice Moira Millan.”[22]

Pedirle a la Corte Interamericana que se pronunciara en ese sentido visibilizando claramente la situación de explotación y de discriminaciones que sufren las mujeres debido a las múltiples variables, es como pedir que el capitalismo neoliberal deje de producir miseria y exclusión.


Artículo completo en:https://www.academia.edu/25843100/Las_mujeres_silenciadas_en_Campo_Algodonero


[2]Declaración 2. México culpable por no garantizar la vida, integridad y libertad de las víctimas del caso: El Estado violó los derechos a la vida, integridad personal y libertad personal reconocidos en los artículos 4.1, 5.1, 5.2 y 7.1 de la Convención Americana, así como con las obligaciones contempladas en el artículo 7.b y 7.c de la Convención Belém do Pará. Declaración 3. México culpable por impunidad contra las víctimas y sus familiares “El Estado incumplió con su deber de investigar -y con ello su deber de garantizar- los derechos a la vida, integridad personal y libertad personal, consagrados en los artículos 4.1, 5.1, 5.2 y 7.1 de la Convención Americana, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma y con el artículo 7.b y 7.c de la Convención Belém do Pará. Declaración 4. México culpable de discriminación contra las víctimas y sus familiares: “El Estado violó el deber de no discriminación contenido en el artículo 1.1 de la Convención Americana, en relación con el deber de garantía de los derechos a la vida, integridad personal y libertad personal, consagrados en los artículos 4.1, 5.1, 5.2 y 7.1 de dicho tratado […]; así como en relación con el acceso a la justicia consagrado en los artículos 8.1 y 25.1 de la mencionada Convención./ Declaración 5. México culpable de violar los derechos de las niñas del caso: El Estado violó los derechos del niño, consagrados en el artículo 19 de la Convención Americana, en relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma. Declaración 6. México culpable de violar la integridad de familiares de las víctimas por los sufrimientos causados y Declaración 7. México culpable de violar la integridad de familiares de las víctimas por hostigamiento: “El Estado violó el derecho a la integridad personal, consagrado en el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma. Vid: Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso González y otras (Campo Algodonero) vs. México. Sentencia de 16 de noviembre de 2009.
[3] "602.1. [...] Declarar que la Corte: i) tiene competencia contenciosa en razón de la materia para conocer de alegadas violaciones al artículo 7 de la Convención Belém do Pará, y ii) no tiene competencia contenciosa en razón de la materia para conocer de supuestas violaciones a los artículos 8 y 9 de dicho instrumento internacional, [...]” Vid. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso González y otras (Campo Algodonero) vs. México. Sentencia del 16 de noviembre de 2009. (En adelante Sentencia Campo Algodonero)
[4] Abramovich, Víctor,  “Responsabilidad estatal por violencia de género: comentarios sobre el caso <<Campo Algodonero>> en la Corte Interamericana de Derechos Humanos” en: Anuario de Derechos Humanos del Centro de derechos Humanos de la Universidad de Chile, sin fecha, p.167.
[5]Las víctimas que determinó la Corte fueron: Esmeralda Herrera Monreal  quien tenía 14 años al momento de desaparecer. Tenía dos meses de haber migrado a Ciudad Juárez desde el interior de México, junto con su madre, hermanos y sobrinos. Trabajaba como empleada doméstica. Laura Berenice Ramos Monárrez tenía 17 años cuando desapareció. Estudiaba en la preparatoria. Claudia Ivette González contaba con 20 años cuando desapareció. Tenía tres años trabajando en la maquiladora LEAR 173. El día que desapareció llegó dos minutos tarde a su turno, por lo que el guardia no la dejó entrar Vid: http://www.campoalgodonero.org.mx/las_victimas/campo_algodonero. Consultada el 24 de mayo de 2015.
[6]“Para efectos de este caso, la Corte considera que, teniendo en cuenta la prueba y argumentación sobre prueba obrante en el expediente, no es necesario ni posible pronunciarse de manera definitiva sobre cuáles homicidios de mujeres en Ciudad Juárez constituyen homicidios de mujeres por razones de género, más allá de los homicidios de las tres víctimas del presente caso. Por esta razón, se referirá a los casos de Ciudad Juárez como homicidios de mujeres, aunque entienda que algunos o muchos de éstos puedan haber sido cometidos por razones de género y que la mayoría han ocurrido dentro de un contexto de violencia contra la mujer.” Corte IDH, Caso Campo Algodonero, párrafo 144.
[7]Vid. Corte IDH, Caso Campo Algodonero, párrafo 143.
[8] “Son crímenes que fueron minimizados”, Mariana Carbajal, Pagina/12, Buenos Aires, 21 de diciembre de 2009, disponible en línea http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-137361-2009-12-21.htm, consultada el 28 de mayo de 2015.
[9] Segato, Rita, Femigenocidio y feminicidio: una propuesta de tipificación,  Leído en la mesa “Feminismos Poscoloniales y descoloniales: otras epistemologías”, II Encuentro Mesoamericano de Estudios de Género y Feminismos, 4-6, Ciudad de Guatemala,  4-6 de mayo, 2011, disponible en línea en:  http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-49/femigenocidio-y-feminicidio-una-propuesta-de-tipificacion, consultada el 28 de mayo de 2015, p. 4 del documento.
[10] Abramovich, Víctor, Op.Cit., p.177.
[11] Méndez y Berrueta, Luis Humberto. “Territorio maquilador y violencia. El caso de Ciudad Juárez”, en: El Cotidiano, Nº 164, noviembre-diciembre, 2010, p.35.
[12] Sobre el tema de la discriminación interseccional Vid: Checo, Glenys y Waisman, Viana. “Acción contra la discriminación de la mujer” En: Mariño,  Fernando, Coordinación: Alcoceba Gallego, Amparo y Quispe Remón, Florabel, Feminicidio. El fin de la impunidad, Editorial Tirant o Blanch, Universidad Carlos III de Madrid, Valencia, 2013.
[13]Segato, Rita,  “La argamasa jerárquica: violencia moral, reproducción del mundo y la eficacia simbólica del derecho”… Op.Cit.
[14] Los estudios feministas poscoloniales, que se enfocan en la subalternidad y la forma en que la viven las diferentes mujeres en el escenario mundial contemporáneo, asumiendo el estudio de la jerarquía de género y la subordinación femenina brindan un  modelo epistemológico a partir del cual se puede comprender mejor el fenómeno del poder. Ver: en este sentido: Bidaseca, Karina, Perturbando el texto colonial. Los Estudios (Pos) coloniales en América Latina,  Editorial SB, Buenos Aires, 2010/ Suárez Navaz, Liliana. y Hernández, Rosalva Aída. (eds.), en: Descolonizando el feminismo. Teorías y prácticas desde los márgenes,Cátedra, Valencia, 2008.
[15] Bidaseca, Karina y Vásquez  Laba, Vanesa, “Feminismos Y (Des) Colonialidad. Las Voces De Las Mujeres Indígenas Del Sur”…, Op.Cit.
Vid: Spivak, Gayatari Chakravorty, “¿Puede hablar el sujeto subalterno?”, Traducido por Amícola, José, en:   Orbis Tertius, Memoria Académica, Vol.3, Nº6,  1998, disponible en línea: 
[16] Bidaseca, Karina,  Perturbando el texto colonial. Los Estudios (Pos) coloniales en América Latina,OP.Cit., p.34.
[17]Vásquez Laba, Vanesa, “Aportes de los estudios feministas poscoloniales al concepto de violencia de género. Inmigración y tipos de violencia”, Presentación, en el curso de verano de la UNED,  Violencia en las sociedades actuales. La violencia de género en las Ciencias Sociales y en la medicina, julio 2011, disponible en línea: http://www.uned-illesbalears.net/Tablas/mrisquez.pdf, consultada el 28 de mayo de 2015, p.4 del documento.
[18]  Medina Martín, Rocío, “Feminismos periféricos, feminismos-otros: una genealogía feminista decolonial por reivindicar”, en: Revista Internacional de Pensamiento Político,  I Época, Vol. 8,  2013, p.58.
[19] Vid. Lugones, María. “Multiculturalismo radical y feminismos de mujeres de color”, en: Revista Internacional de Filosofía política, No. 25, México, 2005, pp. 61-76.
[20] Berlanga Gayón, Mariana, Op.Cit, p.45.
[21] Berlanga Gayón, Mariana, Ibid, p. 45.
[22] Bidaseca, Karina, “Feminicidio y políticas de la memoria. Exhalaciones sobre la abyección de la violencia contra las mujeres”, Op.Cit., p. 95

jueves, 7 de abril de 2016

También la lluvia y también la vida.


  
La película También la lluvia, (2010) de la directora Icíar Bollaín, nos habla sobre las luchas en contra de la privatización del agua en Cochabamba, Bolivia, la llamada Guerra por el Agua (2000).

Verla es  toparse cara a cara con la colonialidad del poder, entendida como la categoría que nos lleva visibilizar la estructura de poder-dominio que estuvo presente en la colonización española y portuguesa en América, pero que aún está presente pues siguió reproduciéndose, incluso una vez que ésta finalizó.  La idea de que el sistema mundo moderno se organiza por medio de la colonialidad del poder,  caracterizada a su vez por el capitalismo y el eurocentrismo.

La colonialidad  del poder que se origina y mundializa como patrón de poder, a partir de la conquista de España a América, es según Aníbal Quijano, “uno de los elementos constitutivos y específicos del patrón mundial de poder capitalista. Se funda en la imposición de una clasificación racial/étnica de la población del mundo como piedra angular de dicho patrón de poder y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivas, de la existencia social cotidiana y a escala societal"[1]

En este sentido, a lo largo de toda la  película  se  muestra que,  a pesar de los  procesos de  independencia en las colonias españolas en América Latina, no hubo una fractura de la colonialidad sino que esta permaneció y siguió reproduciéndose como el patrón que reorganizó y reorganiza las formas de explotación de acuerdo a los parámetros de la raza; las formas en que se configuraron las jerarquías sociales, las administraciones públicas de los estados nacionales y la subjetividad de quienes fueron colonizados.

Las oligarquías latinoamericanas están reflejadas de manera clara en la película, que entremezcla de manera brillante la ficción con la realidad de nuestras sociedades, donde el racismo y menosprecio para los pueblos indígenas y población negra se presentan como lo cotidiano.  Oligarquías que luego de la independencia de los centros imperiales de  España o Portugal trataron de blanquearse, no solo “físicamente” sino también “intelectualmente”, buscando el conocimiento eurocentrista y colonial como forma de acceso al poder.

Esas élites políticas y económicas, hoy no solo miran a Europa sino que miran a Estados Unidos, que es la potencia no solo como Estado con intereses geopolíticos en la zona sino como representante de las transnacionales más poderosas, las que requieren de América Latina para expandir el capitalismo y también obtener los conocimientos de los pueblos indígenas y otros saberes que han sido menospreciados históricamente, pero que hoy se vuelven indispensables para la sobrevivencia del capitalismo. Nos recolonizan mediante el control sistémico sobre el trabajo y la expropiación de los recursos naturales.

La película muestra de manera clara como las políticas económicas neoliberales que se inscriben en los tratados de libre comercio y en los cuales los recursos naturales y la vida de las personas están por debajo de los intereses de las empresas transnacionales, privatizan no solo los servicios que garantizan los derechos sociales, sino también todos aquellos indispensables para la vida.


 Muestra la  altanería clasista de las oligarquías  latinoamericanas que se asumen como democráticas, pero no son más que élites corruptas que, inscritas en los paradigmas del libre comercio global, mantienen su poder, que claramente van de la mano con la neocolonialidad

Los estados nacionales latinoamericanos que están al servicio del capital extranjero y en donde el entramado institucional que incluye al aparato jurídico que desde el discurso del apego a la ley y los derechos humanos, reproduce  la exclusión de miles de seres humanos desde el poder clasista y racista.

La colonialidad desde donde se entremezclan los discursos no solo de lo que se conoce como “derecha” sino también reproducido por las “izquierdas”, incluidas las “feministas" que se reivindican como tales y actúan en complicidad con el poder estatal y de ONGs y cooperación internacional, reproducen esas relaciones de poder violentas clasistas y racistas dentro del sistema mundo.

Las relaciones de poder que sobrepasan los discursos políticos, sean de derecha o izquierda, son visibles en la escena donde se cuestiona la autoridad de gobierno sobre el monto de los salarios mínimos con que viven los indígenas y los excluidos, y ante este cuestionamiento  la autoridad señala, como a los indígenas extras de la película se le pagan dos dólares el día.

Siguiendo esta línea de argumentación es indispensable entender como la colonialidad del poder configura la interrelación de las formas de la explotación, dominación y violencia del capitalismo, que influye directamente en la colonialidad del saber, en el valor de las epistemologías y en la construcción del conocimiento y, con ello, en la reproducción de colonialismo.

Los saberes y conocimientos de los pueblos indígenas fueron menospreciados y hoy lo siguen siendo; se les resta valor y se les asume, tanto por las oligarquías  criollas  y por   quienes vienen desde fuera del contexto latinoamericano, que  miran a los indígenas,  desde la “otredad” epistémica del poder, como los “pobrecitos”, las “pobrecitas” que no tienen conocimiento y que deben ser “educados” en los conocimientos feministas, de derechos humanos, artísticos, ciencias naturales, etc.

Así que  los discursos que durante la conquista y colonia se esgrimían para evangelizar a las criaturas sobre las que se debatía su humanidad por la Iglesia Católica y que es visible en  la discusión de Bartolomé de las Casas, hoy se reproducen desde los discursos de Derechos Humanos, Género, el arte etc. Evidenciado claramente en la película.

La colonialidad del poder, como perspectiva teórica que reconfigura el discurso de las relaciones de América Latina en la estructura del poder mundial, no se refiere solo a América Latina, sino que alude al conjunto del poder globalmente hegemónico presente en Asia, África y demás territorios que fueron colonizados y siguen siendo parte de este sistema de colonialidad.

No sólo nos despojaron del oro, han sido también nuestros cuerpos y saberes. Ha sido la lluvia y la misma vida la que nos despojaron y la que pretenden seguir aniquilando.

Ana Marcela Montanaro.



[1]Quijano, Aníbal, “Colonialidad del Poder y Clasificación Social”, en: Journal of World-SystemsResearch, Vol.VI, Nº: 2, summer/fall 2000, p. 342.

martes, 8 de marzo de 2016

Calladita estás más guapa



Cuando las mujeres nos atrevemos a hablar con más palabras de las que nos han enseñado, con palabras que rompen la estabilidad del sistema; cuando cuestionamos, nos enojamos y alzamos la voz o decimos sencillamente lo que pensamos; nos salen con la célebre frase patriarcal: "calladita estás  más guapa". Ese es uno de los momentos donde nos señalan, nos tratan de romper a pedazos y hasta la sociedad se da el lujo de desvestirnos en media calle para tratar de dejarnos en harapos.

Muchas de nosotras hemos sido calladas, sancionadas y señaladas por el dedo acusador. Y es que cuando una mujer se asume como tal y se percata de la sociedad patriarcal en la que vive, cuando decide no jugar más al juego impuesto por los siglos de los siglos amén; en ese momento, el asunto se torna difícil y hasta doloroso.

A veces es más difícil vivir la vida cuestionándose, nadando contra corriente y sabiéndose estigmatizada; ya saben cómo nos tratan de encasillar: o somos putas, locas, monjas, lesbianas o madres-esposas y demás etiquetas; todas en relación con nuestros pensamientos, pero sobre todo con nuestra sexualidad y la forma en que la ejercemos.

Las mujeres resistimos a este sistema capitalista patriarcal clasista, colonial y racista.  Un sistema que nos reduce a mercancías, mano de obra barata y a ser las más pobres entre los pobres. Y donde las mujeres, en todas nuestras diversidades y en todos los territorios, los físicos y los simbólicos, nos enfrentamos a múltiples  violencias,  violencias que nos destruyen y  nos matan. Cuerpos que mutilan, marcan y asesinan.

A las mujeres que nos atrevemos  a hablar sin miedo, a romper estereotipos, a reclamar nuestros derechos y nuestra libertad y decidimos no hacerle caso a las etiquetas, la existencia  se nos vuelve más difícil en comparación con la vida de aquellas que nunca cuestionaron o, si cuestionaron, nunca se atrevieron a dar el salto.

La decisión que muchas tomamos  a lo mejor no ha sido fácil, porque la lucidez a menudo es dolorosa. A lo mejor, a veces queremos cerrar nuestras ventanas y puertas;  sobre todo cuando confrontamos a la soledad. Pero a pesar de eso seguimos nuestro camino, lleno de recovecos, sobresaltos y contradicciones.

Ninguna mujer, ninguna persona, debe renunciar a sus sueños, para vivir la vida de otros, para cumplir roles o mandatos impuestos. Ni para cuidar a otras personas, ni para estar metida en una cocina, lavando ropa, limpiando pisos y excusados o actividades que no les gusta hacer.  Porque las mujeres no somos un cuerpo erótico para otros, ni cuerpos esclavizados para la maternidad y la reproducción de la especie.

Ni las que nos antecedieron merecieron esa vida, ni las que vienen detrás de nosotras la merecen, por eso las luchas por las reivindicaciones de los derechos que nos han sido arrebatados durante milenios merecen ser continuadas y profundizadas.

El 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, conmemoramos, las luchas, las grandes como las que dieron  Olympe de Gouges, Mary Wollstonecraft, Sor Juana Inés de la Cruz y las sufragistas.  A las mujeres que han luchado por mundos mejores, en especial a Berta Cáceres, la feminista defensora de los derechos humanos asesinada hace apenas unos días en Honduras, a quien su lucha, coherencia y valentía; le costaron su vida.

De mi parte conmemoro también aquellas luchas, las pequeñas, las individuales, las que se realizan desde el anonimato, y a las mujeres que en lo cotidiano luchan y resisten y hacen rupturas día con día. A nuestras abuelas, madres, amigas y hermanas.

Hoy más que nunca, las mujeres debemos alzar la voz, para participar en la toma de los espacios y ser partícipes de la construcción de nuevos mundos, nuevos entornos, solidarios, amorosos y justos. Levantemos nuestra voz y exijamos: Basta de violencias, basta de patriarcado.

Entonces me pregunto: ¿Calladita más guapa? ¿Calladitas más guapas?

Que va, las mujeres resistimos, luchamos y hoy más que nunca nuestras voces diversas deben gritar muy alto, asumirnos completas, insumisas e irreverentes. Porque la lucidez feminista  nos ha costado.

Ana Marcela Montanaro.