martes, 11 de octubre de 2016

El hombre de las mil palabras





Leyman Muñoz Aguirre: Cinco años de ausencia. 

Recuerdo el día que nos conocimos, era nuestro primer año de universidad. Vengo de Esparza y vos, ¿quién sos? me preguntó. Charlamos sobre literatura  y por supuesto de política.  A partir de esa conversación nos hicimos amigos ,nos unimos por 22 años y por toda la eternidad.

No sé cuántas veces lloramos juntos. Aunque era yo  quien más lloraba. Siempre tuve su hombro, su abrazo, su optimismo y por supuesto su risa. Nos unía también el dolor. Ese dolor profundo y complicado de explicar, ese que la gente no entiende ni se preocupa por entender, lo vivimos desde la complicidad y el amor de la amistad. Lo compartimos, al igual que compartimos el pan.

Pero a pesar de ello muchas más fueron las risas y alegrías que nos regalamos. Vivimos momentos felices, como el nacimiento de Jorge Arturo, mi hijo, y pocos meses después el nacimiento de Néstor Felipe, el hijo suyo y de Yanory, su compañera en aquél momento. Fuimos padres y madres jóvenes teníamos apenas veinte años.

En los pasillos de la Universidad de Costa Rica - Sede de Occidente, nos hermanamos y abrazamos luchas e ideales.  Para la Huelga Nacional de 1995 en contra el Pacto del bipartidismo conocido como Figueres- Calderón. Él, Yanory y yo, nos inventamos el Frente Estudiantil, una organización constituida por tres personas. Pero con ese nombre tan pomposamente  revolucionario,  logramos hacer creer que éramos una multitud de estudiantes chancletudos o perro flautas como dirían en España, dispuestos a tomar la Facultad de Derecho.  

Nuestra “organización” logró movilizar a otros sectores del movimiento estudiantil y entre todos hicimos que la junta directiva de la Asociación de Estudiantes de Derecho plegada a los intereses del gobierno, echase para atrás y cambiara su posición respecto al movimiento huelguístico.  

En marzo de 2000, llegué con los ojos llenos de lágrimas a su casa; "Leyman nos están robando el ICE", nos miramos y con pausa me dijo vamos a hacer algo. Sacó unos pliegos de papel, hicimos carteles y nos fuimos a empapelar San Ramón, el pueblo donde vivíamos. Ese domingo por la noche  en complicidad, inició para nosotros la lucha que se hizo multitudinaria por la defensa del Instituto Costarricense de Electricidad conocida como Combo del ICE. 

El Combo fue una de las gestas del movimiento social que en Costa Rica tomó las autopistas, las calles, los puentes y hasta el Congreso. Exigíamos la no privatización de la energía eléctrica, la telefonía y pidiendo literalmente a gritos un cambio en la dirección política del país. En San Ramón conformamos el Comité Cívico de Occidente que aglutinó a una gran cantidad de personas y desde esa instancia horizontal y asamblearia, dimos una lucha clara y amorosa,

Leyman y yo una vez nos peleamos, pasaron unos meses y la vida nos reencontró. Nos abrazamos y volvimos a reír juntos. Hermanos por decisión mutua, amigos, colegas, cómplices; eso y más fuimos  y aún siento que somos.

Hombre brillante, de verbo impecable, un jurista sin alardes, poeta de más de mil palabras y silencios, apasionado en todo lo que hacía. Era de las personas con quien más me he reído, poseía un exquisito, inteligente  y refinado sentido del humor con las dosis adecuadas de sarcasmo. Vaya montón de tonterías profundas podía decir en medio de un debate  o tomando una cerveza mientras arreglábamos el mundo. 

Leyman hace cinco años partió al encuentro de la luz, la que siempre buscó con ahínco y esperanza. Su dolor era ya muy profundo. Desde ese 11 de octubre de 2011 no hay día en que no lo recuerde.

A veces lo abrazo en ausencia, le cuento lo que me pasa, le pregunto mis dudas jurídicas y existenciales. Lo miro en las fotos y en el atrapasueños que me dejó de regalo. Escucho sus carcajadas rompiendo mis silencios y sus dicharachos que a cualquiera descontrolaban. 

Leyman no te fuiste antes de tiempo, te fuiste en el momento que era el justo y preciso. De mi parte agradezco el saber que a pesar de la ausencia física seguirás siendo mi hermano.

viernes, 7 de octubre de 2016

A nueve años del referéndum del Tratado del Libre Comercio





El 7 de octubre de 2007, Costa Rica estuvo a punto de escribir una historia desde la esperanza, la resistencia y la dignidad. 

Ese día se celebró el referéndum que dividió a un país entre el NO y el SÍ respecto al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC-USA).

Pero el miedo, la corrupción institucional, un fraude mediático (y a la larga también electoral), el poder de las cámaras empresariales en concubinato con la clase política nacional, ambas bien arrodilladas a los intereses de Estados Unidos, le ganaron la partida a la soberanía del país más democrático y feliz del mundo mundial.


En ese escenario, tampoco hay que dejar de lado a buena parte de la población costarricense timorata y partidaria del "qué me importa a mí", que creyó en el discurso del Mercedes Benz que iba a tener en la puerta de la casa una vez se suscribiera el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.
En medio de todo, Costa Rica dijo "sí" al TLC con EE.UU.

Hoy el movimiento social está fragmentado y cooptado por los partidos políticos que se pelean, con discursos desgastados, el mantenerse o llegar al poder sin que haya una verdadera capacidad de transformar la realidad y sin la entereza para cambiar el modelo de desarrollo.

Muchos y muchas que decían ser "dirigentes sociales", actualmente ponen cómodamente sus posaderas en sillas, curules, asientos, sillones, butacas, poltronas o taburetes y ganan salarios que los han silenciado. Todo ha sido a cambio de podercillos burocráticos estatales, sindicales o de ONGs. Ya nadie dice nada; impera la ley del mutis.

Remover la memoria es parte de nuestra lucha y resistencia. Nueve años después, mi corazón y mi razón aún gritan NO AL TLC.