En la década de los
90 del siglo pasado, las feministas latinoamericanas empezaron a ligarse al
proceso de transnacionalización del movimiento feminista, lo que provocó que
las luchas y activismo local, que se caracterizaban por ser beligerantes y de
resistencia a las dictaduras, pasara a enfocarse en la participación en las
grandes Conferencias de Derechos Humanos, siendo la más relevante la Cuarta
Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995).
De ser colectivos autónomos y con una agenda política
propia, se empezaron a transformar en organizaciones no gubernamentales (ONGs),
para suplir “al estado de estructuras organizativas y vínculos con las mujeres
de los sectores populares para implementar sus políticas sociales neoliberales”
(Mendoza, 2014a: 253). Así pasaron a ser dependientes del financiamiento de
organismos internaciones y de agendas políticas transnacionales.
Al mismo tiempo, muchas mujeres que venían del movimiento
feminista y otras que se han vinculado, han irrumpido en el escenario político
a raíz de la creciente institucionalización estatal visible en ministerios e
institutos de Mujer, por las cuotas de participación política y por las
políticas públicas con perspectiva de género. Abanderándose de un discurso y
una praxis de “género”, pero vaciado de compromiso ético –político con las
demandas de aquellas mujeres sobre las que recaen las políticas neoliberales.
En América Latina, la colonialidad de las prácticas
discursivas de los feminismos hegemónicos se evidencia no sólo en la
reproducción de estrategias para conformar a las otras del feminismo
latinoamericano, sean las mujeres de los pueblos indígenas, las
afrodescendientes, las obreras, las lesbianas, las campesinas, las trabajadoras
del sexo, las mujeres pobres, sino que también en el advenimiento de “una
colonialidad intrínseca a los discursos producidos por los feminismos
latinoamericanos” (Espinosa, 2009: 45) que se visualiza en la dependencia con
los feminismos hegemónicos occidentales, que determinan los lineamientos
políticos del feminismo local y, con ello, la absorción de mujeres subalternas
quienes han sido silenciadas por las mujeres no solo representantes de las
oligarquías internas y de las feministas hegemónicas latinoamericanas.
Coincidiendo con la feminista boliviana Julieta Paredes, se
asume que con el auge de las políticas neoliberales, impuestas en América
Latina desde inicios de los años ochenta, y siendo la década de los noventa
donde estas empiezan a ser más fuertes, los organismos internacionales se
valieron de la cooperación al desarrollo, que asumía como premisa necesaria de
todo proyecto:
La llamada equidad de
género, dotada de su estrategia, el empoderamiento de las mujeres fue parte del
discurso:
[…] de la llamada gobernabilidad (el control de los
estallidos populares), impuesta desde organismos internacionales como el BM
(Banco Mundial) y el FMI (Fondo Monetario Internacional). La gobernabilidad
tiene como objeto aplacar cualquier amago de insubordinación a las políticas
económicas, en este caso, a las políticas neoliberales, con la amenaza de: o te
incluyes o serás excluido y excluida de los circuitos de circulación de
capital, de la información, del desarrollo, del empleo y de la modernidad
capitalistas. (Paredes, 2012:92)
En medio de este contexto, un grupo de feministas autónomas,
iniciaron el desarrollo de un pensamiento teórico y una praxis política que
pretendía que las intersecciones de desigualdades de raza, etnia, clase, sexo,
y género, en que vive un gran porcentaje de las mujeres latinoamericanas, sean
visibilizadas, y emergen voces que además de reivindicar y problematizar dichas
condiciones de raza, también apuntan a desafiar la lógica etnocéntrica,
racista, misógina, heterosexuada y colonial que están presentes en los
feminismos occidentales y de aquellas feministas que en América Latina
reproducen la colonialidad.
Las primeras voces cuestionadoras sobre la forma en que una
buena parte de feministas latinoamericanas se insertaban en esos procesos, se
visibilizan en el VI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe celebrado
en El Salvador en 1993, en el cual se da una ruptura entre las feministas que
se reconocen autónomas y las institucionalizadas.
Posteriormente en el VII encuentro, llevado a cabo en
Cartagena de Chile en 1996, se unen a las mujeres del feminismo autónomo otras
más jóvenes y, de este enfrentamiento intrafeminista, surge en 1996, la
Declaración del Feminismo Autónomo, la cual “aglutinó los esfuerzos y la
perspectiva contra–hegemónica de toda una corriente de feministas radicales
durante la década de los noventa” (Espinosa; Gómez, y Ochoa, 2014: 25).
Desde la crítica, tanto teórica como de praxis política del
feminismo hegemónico, la necesidad de crear un feminismo autónomo lejos del
feminismo institucional, se levanta como un feminismo que es reapropiado por
las mujeres que han sido construidas como las otras, constituyendo una
resistencia al feminismo occidental, que desde el centro penetra en las
periferias de ese mundo no blanco y que desde las políticas públicas y voces
con privilegios de enunciación, reproducen los discursos y la praxis de la
colonialidad. Es un feminismo que se teje desde la resistencia, para romper el
espacio desde donde se ha construido las relaciones de poder y así hilar, con
su propio cordel, su propia historia.
El feminismo autónomo latinoamericano ha ido cuestionando
además que la autonomía es un marco político, que trasciende la dicotomía
institucionalidad vs. autonomía, sino que es urgente articular y repensar las
relaciones que se tejen y atraviesan la raza, el poder, la clase y la
sexualidad en escenarios neocoloniales
Las feministas autónomas se vincularon además a los procesos
y movimientos sociales que cuestionaban el proyecto de las democracias
neoliberales, esto las acercó a “nuevas formas de comprensión de la matriz de
opresión que explicaría la subordinación de las mujeres y las comunidades de
origen subalterno”(Espinosa, 2012a:116) y asumir nuevas miradas feministas
desde los estudios poscoloniales, de la colonialidad del poder, la violencia
epistémica, visualizando como el racismo y el capitalismo son inherentes al
género. Se conecta el feminismo latinoamericano con ciencias sociales y aportes
desde las epistemologías del el sur y el aporte de los estudios poscoloniales.
El feminismo latinoamericano que se separa del institucional
y se reivindica desde la autonomía teórica y política, pretende desarrollar una
propuesta que permita;
[…] articular la condición de las mujeres y otros sujetos
subalternos como tipos de sujetos producidos dentro del régimen de género y
(hetero) sexualidad, con la condición de (pos) colonialidad y dependencia en la
que son producidos tales sujetos. Se trata de la configuración de un espacio de
preocupación, denuncia y producción de saber que indaga y permite encontrar las
interconexiones entre el cuerpo político del género y el cuerpo producido por
determinadas condiciones geopolíticas, históricas y epistémicas: un cuerpo
generado, (hetero) sexualizado, pero también racializado, oprimido y explotado
por el capital y las políticas neocoloniales. (Espinosa, 2012b:8)
Se confronta la apuesta legislativa y las políticas públicas
a favor de las mujeres, evidenciándolas como:
[…] nuevas prácticas de dominio patriarcal” que, impulsadas
al compás de los organismos financieros internacionales y organismos de cooperación
de países ricos, se sostienen sobre el modelo hegemónico del capital y los
discursos que lo sostienen, homogeneizando las demandas y necesidades de las
mujeres. Desde esa homogeneidad es imposible construir prácticas diferentes y
alternativas a las impuestas por el patriarcado capitalista y transformarlo.
(Gargallo, 2012: 71-72)
Se reconoce que si bien la legislación y las políticas
públicas en pro de la emancipación legal y del derecho vivir sin violencia
controlan la realidad misógina, esto no es suficiente, porque al día de hoy, la
discriminación y la violencia se manifiestan en la esfera de la violación a la
legalidad. Por eso es urgente, desde voces heterogéneas y acciones autónomas,
que desde el feminismo potencien relaciones, diálogos más que enfocarse en
organizar convenciones y conferencias. Como señala Francesca Gargallo:
[…] para abrirse a destejer paradigmas dominantes de qué es
la liberación para las mujeres, considerando los lugares desde dónde las
concretas mujeres de Nuestra América [….] enfrentan las formas de opresión,
dominación y centralización que terminan por, una vez tras otra, criminalizar
su denuncia de la injusticia y su protesta.(2012: 72)
El sector del movimiento feminista que se ha apartado del
feminismo hegemónico y ha elaborado un recorrido epistémico, acercándolo a la
tradición del pensamiento latinoamericanista que desde los años setenta ha
intentado apostar por la producción de un conocimiento del otro, situado geopolíticamente.(Castelli
y Espinosa (2011:193) y de lo que ha llamado Boaventura de Sousa como epistemologías
del Sur, para referirse a nuevos conocimientos, geopolíticamente inspirados en América
Latina y el sur global y que se contraponen a las epistemologías dominantes del
Norte global.(2008:52)
Lo que se ha denominado feminismo decolonial, se inscribe en
estos nuevos conocimientos y es un movimiento que crece y que cuestiona el
feminismo occidental o del norte global y su sesgo racista.
La decolonialidad, se dirige a construir un nuevo modo de
producción del conocimiento, una forma distinta de pensamiento y desarrollando
el paradigma del “otro” respecto a la modernidad y el orden de dominación
global iniciado con la conquista y colonización de América, sosteniendo que
éste se mantiene en la actualidad, pero que considera que hay posibilidades de
transformaciones políticas y epistémicas. La decolonización es una propuesta
central presente en las luchas, movimientos sociales campesinos, indígenas,
feministas y en la producción teórica intelectual y académica.
La propuesta decolonial feminista en América Latina se
origina teóricamente a raíz del desarrollo de posiciones críticas y
contrahegemónicas que van desde el poscolonialismo y la colonialidad y se
encauza a elaborar y adscribir un nuevo programa feminista, que se acoja a una
perspectiva situada histórica y geopolíticamente desde la colonialidad del
poder, asumida como proceso, que inició con la llegada de los europeos a los
territorios que hoy son América y trajo consigo la imposición y dominación
estructural y epistémica de una cultura sobre otra, proceso que permea las
prácticas económicas, sociales y políticas mediante la interiorización de
valores, prácticas y normas ajenas a quienes son colonizados.
Decolonizar el pensamiento feminista, es repensarlo lejos
del victimismo, la esencialización de la cultura y el racismo que reproduce el
feminismo hegemónico, es reivindicar un sujeto más allá de la fragmentación
postmoderna.
Nutrirse no solo de teorías académicas críticas de la
modernidad, también lleva a alimentarse de las experiencias propias de las
mujeres, de sus saberes ancestrales, de los conocimientos indígenas y los
comunitarios. Es en ese intercambio de saberes desde donde se construyen críticas
y enfoques que van más allá de la búsqueda de la emancipación desde posiciones binarias
de las mujeres y las sexualidades. Es un compromiso de crear una alternativa
política, porque la historia no es una línea recta y puede transformarse. Es
necesario construir nuevas formas de relación política desde la heterogeneidad,
así como prácticas nuevas diferentes y alternativas a las impuestas por el
patriarcado colonial y capitalista.
Bibliografía
Castelli, Rosario y
Espinosa Miñoso, Yuderkys. (2011). “Colonialidad y dependencia en los estudios
de género y sexualidad en América Latina: el caso de Argentina, Brasil, Uruguay
y Chile". En Bidaseca, Karina y Vazquez Laba, Vanesa (Comp.), Feminismos y poscolonialidad. Descolonizando
el feminismo desde y en América Latina. (191-212). Buenos Aires: Ediciones
Godot.
Espinosa Miñoso, Yuderkys. (2012a) “La política sexual radical
autónoma, sus debates internos y su crítica a la ideología de la diversidad
sexual”. En Montes, Patricia
(ed.alt), Pensando los feminismos
en Bolivia, (113-126). La Paz: Conexión Fondo de Emancipaciones,
Serie Foros 2.
Espinosa Miñoso, Yuderkys. (2012b). “Los desafíos de las prácticas
teórico-políticas del feminismo latinoamericano en el contexto actual”. En
Daza, Mar; Hoetmer, Raphael y Vaargas,
Virginia (eds.), Crisis y movimientos
sociales en nuestra América. Cuerpos, territorios e imaginarios en disputa,
Lima: Programa Democracia y Transformación Global –PDTG-. Recuperado de: https://www.academia.edu/1097630/Los_desafios_de_las_practicas_teorico-politicas_del_feminismo_latinoamericano_en_el_contexto_actual
Espinosa Miñoso,
Yuderkys. (2014b, marzo-abril). “Una crítica descolonial a la epistemología
feminista crítica”.En El Cotidiano,
(184), 7-12.
Espinosa Miñoso,
Yuderkys; Gómez Correal, Diana y Ochoa Muñoz, Karina (2014a). “Introducción”.
En Espinosa Miñoso, Yuderkys; Gómez Correal, Diana y Ochoa Muñoz, Karina
(Eds.), Tejiendo de otro modo: Feminismo, epistemología y
apuestas descoloniales en Abya Yala
(13-40). Popayán: Editorial Universidad del Cauca.
Gargallo, Francesca. (2012). “La urgencia de retomar nuestra
radicalidad”. En Montes,
Patricia (ed.alt.), Pensando los
feminismos en Bolivia, (69-87). La Paz: Conexión Fondo de Emancipaciones,
Serie Foros 2.
Mendoza,
Breny. (2014a [2009]). “Los feminismos y
la otra transición a la democracia en América Latina”. En Ensayos
de crítica feminista en Nuestra América (235-260). México: Editorial Herder.
Paredes Carvajal,
Julieta. (2012). “Las trampas del patriarcado”. En Montes, Patricia (ed.alt.), Pensando los feminismos en Bolivia (89-111). La Paz: Conexión Fondo
de Emancipaciones, Serie Foros 2.
Sousa Santos, Boaventura
de. (2008, enero). “El Foro Social Mundial y la izquierda global”. En: El
Viejo Topo, (240), 39-62.
No hay comentarios:
Publicar un comentario